1. Introducción

A lo largo de los siglos, filósofos y pensadores en general se han interesado por explicar las bondades del trabajo1 a través de la exaltación de virtudes como la perseverancia, la honestidad, la lealtad y la rectitud, mientras que la ociosidad ha sido asociada con la pereza, la ignorancia y la mediocridad; terribles males a los que se enfrenta toda sociedad industriosa y deseosa de progresar. De hecho, la máxima ora et labora está presente en las distintas interpretaciones del cristianismo que existen, y lo mismo ocurre con el derecho al descanso (en la Biblia es mencionado en varias ocasiones por Mateo y Marcos y en el Éxodo), pero no así en lo relativo al ocio.

A diferencia de sus predecesores, los filósofos de izquierda del siglo XIX, además de denunciar la explotación que sufrían los trabajadores a manos de los propietarios del capital, se interesaron en el tiempo libre al que todo trabajador debía tener derecho. En 1883, Paul Lafargue (yerno de Karl Marx) publicó El derecho a la pereza, un panfleto en el que desacredita la ética de la laboriosidad con argumentos como que el trabajo solo debería admitirse como complemento a los placeres de la pereza. El propio Marx aborda el tema en el capítulo 7 de El capital (1867), en el que señala que, en su mitificada Arcadia feliz socialista, por la mañana el hombre será agricultor; por la tarde, industrial; luego, arquitecto o pintor, y al caer la noche, poeta. Es el modelo arquetípico de la vida ideal, equilibrada entre la producción, la realización personal y el descanso.

Pensadores más recientes también se han ocupado del tema. Por ejemplo, Simone de Beauvoir, en ¿Para qué la acción? (1944), recuerda la anécdota narrada por Plutarco sobre Pirro, rey de Persia, quien le cuenta al filósofo Cineas sus ambiciosos planes de conquista y sueña con que en el ocaso de su vida, luego de una larga, intensa y fructífera existencia, consagrará los días al descanso, a lo que el filósofo le replica con un hondo bostezo: «¿Y por qué no mejor descansar ahora mismo?». Y por último, Bertrand Russell, en el El elogio de la ociosidad (1932), señala que la tecnología ha hecho posible que el ocio esté al alcance de muchos, y no solo de unos cuantos privilegiados, y justifica el derecho al esparcimiento porque, a su parecer, en la sociedad moderna se ha hecho innecesaria la esclavitud. Efectivamente, todas estas reflexiones son muy notables y merecen atención, aunque hoy en día también se deben poner en valor nuevos argumentos porque, a diferencia de épocas pasadas, el ocio, además de ser un reclamo para la reconciliación personal y estar tutelado en el marco de derechos del estado de bienestar, es una fuente de riqueza, tanto social como individualmente –para aproximarse a las formas en que se invierte el tiempo libre en España, véanse la Encuesta de Empleo del Tiempo (2011) y la Encuesta Anual de Servicios (2016), ambas del Instituto Nacional de Estadística–2.

En el ámbito individual, las cuestiones concernientes al ocio también son relevantes; en particular, cuando se suman las decisiones de las personas. Por ello, la presente investigación se interesa en estudiar el «efecto manada» (en inglés, herd effect) en las decisiones de consumo de los jóvenes en actividades relacionadas con el ocio en Madrid para reconocer en qué medida obedecen a la presión social proveniente del entorno o a la voluntad real de pasar un rato de esparcimiento. El trabajo de campo se realizó mediante la aplicación de un cuestionario elaborado para tal finalidad, el cual fue respondido por estudiantes de cinco universidades madrileñas: dos públicas y tres privadas. Al abarcar tanto centros públicos como privados, se buscó establecer una aproximación verosímil al perfil del consumidor tipo.

Los objetivos planteados fueron: i) identificar la influencia del entorno sobre el consumo de ocio y ii) la satisfacción resultante. En los siguientes epígrafes se lleva a cabo una aproximación al estado de la cuestión, donde el objetivo es aportar argumentos sobre la necesidad de estudiar el tema (véase epígrafe 2). El método utilizado (véase epígrafe 3) es el proceso de análisis jerárquico (en inglés, Analytic Hierarchy Process –AHP–), por las facilidades que proporciona para descomponer de manera jerárquica los criterios o atributos y reconocer cómo estos se influyen recíprocamente y sobre el todo. Por último, se analizan los resultados y la discusión derivada (véanse epígrafes 4 y 5). El enfoque teórico utilizado es la economía del comportamiento (en inglés, behavioral economics), en ascenso desde hace tiempo, pero potenciado a raíz de la concesión del Premio Nobel de Economía a los profesores Vernon L. Smith (psicólogo) y Daniel Kahneman (economista) en 2002 y al profesor Richard H. Thaler (economista) en 2017. Este enfoque es un cruce de caminos donde se encuentran varias disciplinas de las ciencias sociales como la economía, la psicología, la sociología y el marketing.

Los objetivos planteados fueron: i) identificar la influencia del entorno sobre el consumo de ocio y ii) la satisfacción resultante

1 La etimología de la palabra 'trabajo' es de origen latino; el tripalium era un instrumento de tortura conformado por tres palos a los que se ataba al reo.

2 En especial para España, un país altamente competente en la generación de recursos provenientes del turismo. Una muestra de ello es que en 2017 se superaron todos los récords de llegada de turistas al recibir 82 millones de visitantes internacionales, lo que generó unos ingresos por valor de 87.000 millones de euros (un incremento del 12,4 % respecto al año anterior) (Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, 2018). En un escenario donde las distancias se han acortado y la información fluye a velocidad vertiginosa, que tal cantidad de turistas haya decidido elegir España para pasar sus vacaciones es el resultado de la potencia del sector de la hostelería y el atractivo cultural que este país tiene en el mundo.