El retargeting

El retargeting

¿Alguna vez has estado mirando un vuelo en una web, finalmente no lo has comprado y al poco tiempo te has encontrado con un banner de la compañía aérea ofreciéndote vuelos de esa misma ruta?

Esto, querido lector, se lo debes al retargeting o remarketing, que consiste en aprovechar el rastro que dejan los usuarios al navegar para tratar de impactar en aquellos que hayan mostrado cierto interés en un producto. Este rastreo, por supuesto, se realiza mediante el seguimiento de nuestras cookies.

En principio, esta práctica puede producir cierta sensación de Gran Hermano al usuario medio de la Red, puesto que parece que la compañía en cuestión se aprovecha de nuestros datos para poder hacernos ofertas, pero ¿no es lo mismo que ha venido haciendo la publicidad a lo largo de la historia?

Cuando una agencia de medios decide que una compañía debe anunciar en televisión su producto a una hora concreta y en una determinada cadena, lo hace en función de los datos de que dispone.

No suele ocurrir que, durante el intermedio de un programa deportivo, nos encontremos un anuncio de detergentes, pero sí veremos cuchillas de afeitar, por ejemplo. Situar el spot de cuchillas durante la emisión de ese programa es una decisión que la agencia toma porque existen datos que indican que la audiencia mayoritaria de esos contenidos son hombres, público objetivo de este tipo de productos.

La revolución que supone el mundo digital es que el recorrido que hacen los usuarios al navegar por Internet se puede rastrear de forma certera. En la práctica, esto supone que las empresas puedan recopilar una cantidad de información mucho más rica, tanto cualitativa como cuantitativamente hablando.

Cuando las agencias emplean estas prácticas de retargeting, realizan ofertas mucho más acotadas que permiten beneficios tanto al anunciante como a su público.

El anunciante impacta solamente al público que muestra cierta predisposición hacia el producto sin necesidad de invertir en llegar a una audiencia mucho mayor –con el ahorro de costes que eso supone–. Además, se abre un abanico de posibilidades en cuanto a venta de productos complementarios: parece una buena idea ofrecer un curso de hacer sushi a aquellos que hayan visitado páginas de cocina japonesa, o material deportivo a los que hayan adquirido viajes a estaciones de esquí.

El usuario, además de recibir publicidad de productos que realmente son de su interés, evitando anuncios que no le importan demasiado, puede recibir ofertas personalizadas. Siguiendo con el ejemplo del vuelo que mencionábamos al comienzo, esa persona interesada en un trayecto Madrid-Londres que costaba 200 € puede encontrarlo posteriormente por 150 € en un banner y, esta vez sí, decidirse a adquirirlo ahorrándose unos euros.

“Si no sabes dónde vas, acabarás en otra parte” Laurence J. Peter.

Autor: Santiago Hernández